top of page

Los días grises: cuando todo pesa y nada empuja

  • Foto del escritor: Manuela Ocaña
    Manuela Ocaña
  • hace 12 minutos
  • 2 Min. de lectura

Hay días en los que me despierto y el cuerpo no responde. El alma tampoco. Miro alrededor y lo único que siento es cansancio. No hay motivación, no hay chispa. Solo una lista interminable de cosas por hacer, una casa que parece desordenarse sola, responsabilidades que pesan más que yo. Esos días en los que lo primero que pienso al abrir los ojos es: no puedo más.





Y no es por falta de amor. Amo profundamente esta vida que tengo, a mis hijos, a mi pareja, a lo que estamos creando. Pero hay momentos en los que ese amor no basta para moverme.


Momentos en los que me siento sola aunque esté rodeada. En los que me abruma el ruido, el caos, el reloj que no para y esa presión interna que siempre dice que debería estar haciendo más, siendo más, rindiendo más.


El silencio de sentirse sola (incluso cuando no lo estás)

No se habla lo suficiente de esto. De esa sensación de estar presente en todas partes menos en ti. De cargar con el mundo sin que nadie lo note. De responder sonriendo cuando por dentro gritas. De mirar a tu alrededor y no reconocerte. A veces tengo tanto por hacer que no sé ni por dónde empezar, y me quedo paralizada. Me siento como una cuerda tensa a punto de romperse. Y lo peor es pensar que soy la única que se siente así.


Pero no lo soy. Y tú tampoco. No estamos solas. Solo estamos agotadas. Y eso no nos hace débiles. Nos hace humanas.


Podemos más de lo que creemos

En medio de ese caos silencioso, hay algo que me salva siempre: la mirada de mis hijos. Sus risas, sus manitas pequeñas buscando las mías. El abrazo de mi marido. Un café caliente a solas. Una canción que me recuerda que sigo aquí, y más viva que nunca. Porque incluso en los días más grises, seguimos aquí. Cuidando, amando, construyendo. Incluso cuando no lo parece, estamos haciendo un trabajo inmenso. Invisible. Profundo.


Y entonces respiro hondo, y me recuerdo: puedo más de lo que creo. No tengo que hacerlo todo hoy. No tengo que hacerlo perfecto. Solo tengo que volver al foco, a lo importante: la familia que estoy formando. Esa que me sostiene, la que me empuja a seguir incluso cuando me siento vacía. Esa familia imperfecta, pero profundamente mía.


No se trata de tenerlo todo bajo control. Se trata de no soltar lo que de verdad importa. Se trata de no olvidarme, y a la vez, no perder de vista que esto que estoy viviendo ahora —con todo su cansancio— también es vida.


Y es que en el fondo, somos más fuertes de lo que nos creemos. Siempre lo hemos sido.

Comentários


bottom of page